El viajero 3: De esos otros espíritus

¿Cómo se las arreglará?
En la televisión hablan de la epidemia, dan algunos consejos para prevenir la enfermedad. Marianne no pone mucha atención a las noticias. Habla también el primer ministro de su plan de crecimiento acelerado: extirpar el pesimismo africano, el afro-pesimismo, dice.
¿Y qué espera usted, señor primer ministro, con cuarenta mil francos al mes? Podría contestar la mujer de la limpieza. Los alquileres son caros y a la vez se construyen tantas villas de lujo en las playas del norte de Dakar… ¿Quién pagará esos arriendos de más de dos millones al mes? Piensa el viajero.
Algo dicen, también, del Ramadán, de cómo ayunar correctamente sin detener las actividades diarias.
-Debe de ser muy duro con este calor- se dirige el viajero a Marianne.
-Sí, lo es. ¿Ustedes ayunan?- responde ella.
-Bueno…no, no cómo ustedes- dice el hombre, aceptando la categoría que Marianne le acaba de endilgar. Hombre blanco igual a cristiano, para no entrar en pormenores. Explica, el hombre, un poco el rito de la cuaresma.
El viajero cambia de canal, tras el informativo. Busca un poco de música, que tanto le gusta a Marianne.
¡Ah… la música! Quizá la mejor herramienta contra el afro-pesimismo –piensa el viajero-, aunque tan efímera… Los tam-tam y los yembés disipando la tristeza, las necesidades, ahuyentando al Espíritu de Arriba, siquiera por un instante.
Marianne va a tender la ropa al patio de la casa de Monsieur Diaw.
Vuelve el viajero a su cuaderno. Relee la narración del condenado. ¿Continuar? Se pregunta otra vez. ¿No vale más iniciar otra historia? ¿No debiera tener más clara la trama antes de comenzar, al menos las grandes líneas argumentales? El viajero ha leído, en algún lugar eso de que hay novelas que se centran en el argumento y otras en los personajes. Bueno, entonces, se dice, las centradas en los personajes no deben partir de una trama argumental tan definida... Esto del condenado, ese cuento con el que anda a vueltas el viajero, se centra en el personaje, parece claro, luego estoy salvado -se consuela-. ¿El Espíritu Censor del viajero..., dónde está?.
Ahora, ahora precisamente venía a ausentarse.
El viajero reclama alguna ayuda para ordenar las ideas. !Un comentario! Pero nada: el viajero está solo. ¿Será que el Espíritu Censor sólo aparece cuando el hombre rompe a escribir, será que ahí y sólo ahí empieza su trabajo, será que prefiere dejar solo al escritor para no interferir en la fase primera, creativa, que su presencia ahora está vedada?
¿Quién conoce estas cosas de los Espíritus y las leyes y los pactos por los que se rigen?
El otro espíritu del viajero, el Artista, anda distraído mirando el cielo, observa atento cómo las nubes arman y desarman distintas figuras, como aparece un elefante, se rompe y se convierte en la cara de un payaso o en una boina. El Espíritu Artista pregunta al viajero:
-¿Qué va a pasar con ese señor, el condenado? ¿De verdad van matarlo?
-No sé, tal vez- contesta el viajero.
Entra en el saloncito Marianne, que ya ha terminado sus menesteres, dice:
-¿Decía usted algo?
-Ah, no, no, muchas gracias -contesta el viajero- tan sólo hablaba conmigo mismo.
-Bueno, pues si no necesita nada más: yo ya me voy. Hasta el jueves, ¡inshalá!- se despide.
-¡Inshalá! Muchas gracias- contesta el viajero.
Vuelve el niño-espíritu a preguntar al viajero:
-¿Y qué le pasará después, si lo matan, quiero decir, a dónde irá, a dónde van los muertos?
Y el viajero escucha y escribe...
4 comentarios
Carmen Jaulín Plana -
carlos bernal -
La princesa -
Un beso
Pepe Cerda -
Viva Felix Jaulin.
Pepe