El abuelo contaba la historia (la pintura es de Pepe Cerdá)

El abuelo contaba la historia: Cuando la Colectividad íbamos al campo todos juntos, a segar y a recoger la cosecha. De todos los campos, de todas las tierras. Todo pertenecía a la Colectividad. Se guardaba todo y luego se repartía. Así funcionaba.
Debía ser un día de Julio o de Agosto. Lo recuerdo bien. Hacía mucho calor. Matías me dijo: Jorge, no me digas que esto no es grande…, por fin, se ha cumplido un sueño: la tierra de todos, la tierra para el que la trabaja, todos labramos y todos comemos de ella... y pensar que esos hijos de puta… joder… qué a gusto le pegaríamos dos tiros al Bambán si lo tuviéramos aquí… ¿eh Jorge?
Yo le contesté -rememoraba el abuelo- que yo no le pegaría ningún tiro, que el Bambán a mí no me había hecho nada. Y el Matías no sé que más dijo, saldría con alguna de las suyas…, ya no recuerdo. Han pasado muchos años.
Acabada la guerra, volví al pueblo, no sin temor y sin haber dudado mil veces al tomar la decisión. Recuerdo donde escondí la pistola… en una tapia. Si fuera hasta allí aún sería capaz de encontrarla… Meses antes habíamos hecho exámenes para el ascenso. Yo, y muchos otros, los hacíamos mal aposta. Contestábamos las preguntas al revés. La guerra ya estaba perdida. Entonces yo era sargento. Si hubiera ascendido a Oficial no hubiera vuelto, claro, me hubieran matado como a un perro. Aún siendo sargento lo pensé mucho. Mucho. Pero volví.
Cuando llegué escuché cosas terribles, que habían hecho. Pensé que me había equivocado… ¿Si tuve miedo? Supongo que sí. Yo pensaba: Si al menos se conformaran con fusilarme…
No tardaron muchos días en llamarme. Al Ayuntamiento, al mismo lugar donde ahora está el salón del alcalde. Estaban cuatro o cinco. Nos iban llamando… sin prisa. Me preguntaron el rango que había tenido en el ejército de la República aunque ellos ya bien sabían la respuesta y otras cosas... Si había estado en Teruel o en el Ebro, si al mando de éste o de aquel. Vestían aún correajes militares.
El Bambán interrumpió al que ejercía de juez. A ver Jorge: ¿no es verdad que en la República, en un verano, cuando la siega, cuando los anarquistas, alguien te preguntó que si me pegarías a gusto dos tiros si me tuvieras delante?
Y yo pensaba en Matías, que ya me había precedido en aquella suerte de juicio, quizá en aquel mismo salón, quién sabe si en la misma silla donde entonces estaba yo sentado, con mucha peor fortuna de la que fue para mí.
¿Es verdad o no es verdad? Se impacientaba el Bambán.
Pues sí, así pasó, eso me preguntaron, contesté.
¿Y no es verdad que tú respondiste que no me pegarías ningún tiro porque nada tenías contra mí?
Pues sí, eso respondí.
Y eso quizá fue lo que me salvó la vida. Me dejaron ir sin decirme nada. Si me iban a fusilar o dejarme en paz, con esa zozobra... Pero ya no volvieron a llamarme.
A tu abuela ya no le quedaba una lágrima que derramar, cuando volví a casa…
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