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EL VIAJERO

La mañana

La mañana

La luz se filtra por la persiana dulcemente. Al parecer se ha disipado la niebla. ¿Qué hora  será? Debe ser tarde. Desperezarse, sin levantarse todavía de la cama. El vago recuerdo de un sueño ronda mi cabeza. Sí, algo he soñado... pero ¿qué era, qué había sido? Todavía estoy un poco aturdido, obnubilado. Quizás he dormido demasiado. Bueno... el hotel es bien silencioso. No se oye nada, ni un grifo correr ni un teléfono, ni una puerta. De pronto recuerdo el paseo del día anterior y la extraña sensación al pasar por aquella pequeña plaza. ¿Había tenido algo que ver con el sueño de esta noche? Podría intentar volver a dormir, a lo mejor así podría retomarlo y averiguar algo... pero no va a funcionar: ya estoy  despierto.

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Hay que levantarse entonces, levantarse, pero... ¿Qué había soñado? Había sudado bastante, todavía tengo húmeda la camiseta... Bueno, fuera lo que fuera ya volvería a la memoria o simplemente se perdería para siempre. ¿De qué sirve un sueño que se pierde, para qué soñamos? Filosofía matinal.

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Está bien, la ducha tiene buena presión y el agua está bien caliente. Agua tibia, útero materno, paréntesis de felicidad. Hambre, tengo un poco de hambre. Nada es perfecto. Todo son sensaciones. El cuerpo habla, sólo hay que escucharlo ¿o es el alma? Hambre o frío o duda de un recuerdo. Habla, habla, te escucho bajo el agua, habla. Podría hasta cantar en este momento fugaz de felicidad... pero es mejor no hacerlo. Es mejor guardar silencio para escuchar... silencio.

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Aquella placita... ¿sabría reencontrarla? Bueno tarde o temprano daría con ella, la ciudad no era muy grande. Una fuente y unos árboles y algún banco y una pequeña iglesia me parece recordar... con una puerta... o sin puerta. No recuerdo una puerta..., no lejos del río.

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Ciudad desconocida. ¿Qué iba a hacer hoy? Respirar, respirar plácidamente, eso era todo, ese era el plan. Respirar y escuchar al cuerpo o al alma, a quien quiera que sea el que hable. Oigo un ruido en el pasillo. El hotel está vivo. Yo estoy vivo debajo de una cascada de agua ¿o todo es una ilusión, la sombra de platón, el reflejo chinesco de un protagonista caprichoso? Basta de agua, voy a convertirme en pez... Bueno, no sería el primer mamífero en hacerlo. Volver a los océanos. Volver a empezar, volver.

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Oigo más ruidos, deben estar haciendo la limpieza. Debe ser una sola persona, no hay conversaciones. Una sola persona con su carrito y sus pertrechos, su cubo y sus sábanas, una mujer posiblemente, quizá extranjera, trabajando como una hormiguita para mandar un poco de dinero a sus país, a sus hijos que serán dos o tres o cuatro, soñando con un trabajo mejor, pero sobre todo con que éste dure, que no se acabe, por lo menos que me quede como estoy. Vuelve el silencio. La persona ha debido irse con su carro y sus pensamientos a otro lado, debe saber que estoy aquí aún, que no he abandonado la habitación.

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Abriré la ventana. Ayer cuando llegué ya estaba echada, no sé lo que hay al otro lado, si un parque o un muro cerrado o ... ¿por qué no? Aquella placita extraña, aquí mismo, bajo la ventana ¿por qué no?

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