Crónicas urbanas: el ñero

El sol del relámpago amenaza cercenar la luz eléctrica. Repiquetea el granizo sobre los cristales y sobre el tejado de zinq. El estruendo es tremendo pero no hay de qué quejarse. La isla de Providencia está amenazada por un huracán y yo estoy aquí, sentado en mi oficina.
En algún lugar, al amparo de un estrecho tejadillo se guarece, a duras penas, uno de esos hombres que llaman desechables, o ñeros. Los ñeros duermen, lo que pueden, de día y trabajan por la noche, pero con este tiempo...
Los ñeros reciclan cartones y papeles y latas y botellas y deshechos de oficina y duermen por el día. En una celda de un conventillo, cuatro donde caben dos, o en un parque o en el portal de una casa deshabitada o en un cajón de madera techado de plástico.
A los ñeros no los quiere nadie, ni Dios. Por eso Él desencadena estas tormentas, para atemorizarlos y empaparlos hasta los huesos.
Entre los ñeros también hay clases, los hay de bolsa o saco en ristre o de zorra de tracción humana o animal. El del saco sueña con la primera y el que tira de ella con la caballar, si ese abjetivo puede otorgarse a tan famélicos animales. Los ñeros aman los perros y andan siempre rodeados de algunos de ellos, perros sucios y de mal genio que les ayudan a hacerse respetar entre guardias y matones.
Los ñeros y sus perros van comiendo lo que encuentran al paso, en este o aquel cubo de la basura. Abren las botellas de yogur y apuran el contenido, pero muchas ya están abiertas y vacías. ¿Qué le costaría a la gente dejar un poquito dentro y cerrar bien la botella?
La policía no ama a los ñeros. Procuran echarlos de los lugares públicos donde habita la gente decente que emprende negocios y hace prosperar el país. Los ñeros no son buenos para los negocios. Y cada día hay más ñeros en la calle. !Que fatalidad!
La tormenta ya amaina, así que aquel ñero sale de su tejadillo. Se abalanza sobre una colilla, recién arrojada al suelo, que todavía humea. Camina rápido para quitarse el frío. No mira mucho a la gente ni le gusta que lo miren a él. Le gustaría, no más, ir vestido como los otros, "los demás", para pasar desapercibido. Eso es todo lo que pide el ñero.
Pasa por delante de un negocio y mira, fugazmente, hacia adentro. Ve a un hombre solo que bebe cerveza. El hombre está triste. ¿Por qué estará triste ese hombre, si está sentado en el bar y tiene una cerveza sobre la mesa y un paquete de cigarrillos y un encendedor y la camarera le sonríe, incluso con algún deje de picardía?
El ñero camina muy rápido porque hace mucho frío, va a ningún lugar. Al fondo de la acera ve un perro, cambia la dirección. Los perros de los "demás" tampoco quieren a los ñeros. Yo estoy aquí, sentado en mi oficina.
4 comentarios
Eva -
La Real Academia plantea tres acepciones para desechable como:
Adj. Que puede o debe ser desechado.
Que ya no es aprovechable y puede tirarse, o
Referido a los objetos destinados a ser usados solo una vez, como...
Se infiere de estas definiciones que existen dos posiciones, una generadora y otra, receptora. En ningún momento referiría a seres humanos. Pero como en el relato urbano también se infieren dos lados: cara o sello. Cara, como la fuente y sello, el receptor. Ni modo, quién prefiere ser aprovechable o quien opta por ser usable o tirable? Claro, nadie lo prefiere ni opta por serlo; sin embargo, se presenta. Y como el narrador, lo ve. Para no generalizar y en concordancia con la observación y las clasificaciones sociales internas relatadas, el fenómeno se da y adopta formas diversas, unas son visibles como en el cuadro urbano y otras son sutiles e internas, sin propósito aparente e inconscientes. De acuerdo, con ello de ninguna manera se hace digno al receptor y sí demuestra cuan indigno es servir de fuente. Por eso, aunque a nadie dignifica, es mejor el término ñero por su procedencia; compañero.
De otras preferencias y opciones a posteriori. Un saludo a los Jaulines, fue un motivo íntegro.
Eva -
Carmen Jaulín Plana -
Carmen Jaulín Plana -