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EL VIAJERO

Día uno

Día uno

Me he levantado. Un poco de tos. He apagado la alarma del teléfono móvil.  Todavía de noche… He abierto la ventana. Hará un buen día, todo parece indicar.  Pocos vehículos en la calle. Maravilla. Que los prohíban, que los prohíban. Hoy puede ser un gran día, he tratado de canturrear, en la ducha, debajo del agua. El agua bendita. Este momento no debiera terminarse nunca. El agua resbalando por el cuerpo entredormido perezoso y lánguido. El agua máter. Bálsamo amniótico y caricia. Recuerdo una ducha en Nicaragua, Costa Atlántica, Río Coco, también al amanecer. Un bidón como depósito recogeaguas de lluvia, una manguera de goma y un grifo rudimentario. Un chorrito enclenque, prostático. Yo también canturreaba allí, bajito, para no molestar a las enfermeras francesas aún en la cama. Y recuerdo una ducha en Kabul. Una estufa de diesel, una bomba doméstica. Una bomba en cada casa. Y tantas en las calles de las ciudades abarrotadas y en los caminos desiertos y traidores cubiertos de emboscadas. Un cubo: Hay que llenarlo, mitad con agua caliente y mitad fría. Mejor dos cubos mitad y mitad. Derramarlos sobre la cabeza poco a poco, con la ayuda de un aguamanil o palangana o jarra o taza. Sistema bautismal. Alá wa ajbar. Cantan en la mezquita de al lado. Pero aquello ya pasó, estoy aquí, aquí, debajo del agua de ducha plato alcachofa conectada a un calentador alimentado de gas ciudad natural quien sabe si traído de Argelia, Nigeria, Noruega o de Venezuela. Ya pasó, para mí. Está bien, está bien. Basta de agua.  A secar. Colgar la toalla. Adiós, hasta mañana. Afeitarse no, no. Está de moda ir sin afeitar. Pocas veces la moda echa una mano. Las más de las veces te jode. Hay que aprovechar. Desayunar. Naranjas. De la china. Como el emperador Ta-Yu dos mil años antes de Cristo. Citrus. Naranjas de la China… te voy a regalar. Pues vengan. Naranja mecánica. Johan Cruyff. Casa de Orange. Revuelta holandesa contra el dominio español. Tan raro como una naranja mecánica. Si Burgess hubiera sido español la novela (y la peli de Kubrick) se hubiera titulado “el perro verde”, hombre-perro verde. Que te quiero verde. El perro andaluz. Cojo un cuchillo para cortar una naranja. El ojo de la naranja. Y otra y otra. Tres. ¿Estoy despierto o dormido? Hagamos como el emperador. Claro que a Ta-Yu le exprimían las naranjas. Apostaría. Para eso es uno emperador.   

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